Jordi Martí Font : "De la Tercera Avenida en Grecia, angiolillos y morrales"

Rebuznan los economistas del régimen, que son la inmensa mayoría -y todos los que tienen tribuna pública en los medios mentirosos les siguen el rastro-, que en Grecia los gobernantes han engañado al pueblo durante decenios con las cuentas públicas del Estado. Y por eso ahora pasa lo que pasa …

Con esta mentira entera -que no media-quieren justificar lo injustificable, la caída de una estructura estatal no hacia la anarquía sino hacia el ultraliberalismo. Es decir, hacia el cero de servicios sociales, hacia el asistencialismo en la sanidad, a la enseñanza que prepare trabajadores obedientes incapaces de entender el mundo donde viven, hacia la nada de vivienda … Leo y releo las opiniones de "nuestros" pensadores sociales y todos parece que digan que es necesario que l@s grieg@s, y el resto, entiendan que l@s pobr@s siempre tienen que estar donde deben ser, bajo la suela de los dueños y como tales se deben comportar. En Grecia, sin embargo, los mandados no aceptan los mandones y los "estallidos comprensibles de violencia" pueden derivar en algo diferente. Desde hace más de una década, Grecia es el lugar de Europa donde el anarquismo en todas sus formas y manifestaciones tiene más presencia. Quizá no pase pero el fuego griego podría llegar a iluminar la oscuridad donde nos quieren hacer vivir permanentemente los dueños y sus encargados. Y tendremos que tomar nota.

Yo, que no soy economista pero tampoco imbécil, me pregunto cómo puede ser que unas cuentas falsificados como nos dicen que eran las griegas no fueron detectadas por nadie. No sólo pasó gato por liebre sino que la pandilla de asquerosos acumulatonterías -y no tan tonterías- los bendijeron. Busco más información sobre el tema en todas partes y encuentro siempre noticias y análisis parciales que no me permiten hacerme una idea.El lenguaje de los amos es reconsagradamente autorreferencial. La mayor parte de las veces, los análisis están hechas para "economistas" de los que glorifican los dueños y dicen que habrá que hacer sacrificios… los de siempre. Porque, tanto si los culpables de la caída griega que ha llevado a esta extorsión en forma de brutales "medidas anticrisis" son los exgovernantes que no supieron leer las cifras entonces, como si los culpables son los "especuladores", es evidente que estos tienen nombres y, por tanto, habría que hacer algo para que pagaran y que no fueran sólo las clases populares las que recibieran de lo lindo. Todo lo contrario. Si alguna vez se caen, les darán nuestro dinero para que retomen el saqueo.

En "Público", un artículo con el título "El negocio de hundir un país" firmado por Amparo Estrada, jefa de información del diario, me da unos cuantos nombres que no quiero dejar de reproducir. Dice Amparo que el 8 de febrero de este 2010, en el número 767 de la Tercera Avenida en Nueva York, en la sede de Monner, Crespi y Hardt se produjo una reunión de los ladrones de los ’hedge funds’ (los fondos especulativos de alto riesgo). Allí, según Estrada, se planeó la destrucción ultraliberal del Estado griego. En la cena estaba Aaron Cowen, representante de SAC Capital Advisors, que mueve 16.000 millones de dólares en ’hedge funds’ ; David Einhorn, de GreenLight Capital, que ya participó en el asalto a Lehman Brothers el otoño de 2008 ; Donald Morgan , de Brigade Capital, y, entre otros, un representante de Soros Fund Management, la sociedad de inversiones de George Soros, a quien los medios llaman "filántropo" y estaría bien que llamaran "delincuente postmoderno", ya que aunque no roba con sus manos sí lo hace con sus tentáculos económicos. Ay, perdón, que robar sólo lo hacen los gitanos rumanos …, ¿no dice eso el racista Albiol ? Soros, para recordar algunas de sus fechorías, fue uno de los responsables del ataque a la Société Générale francesa en 1988 o del derrumbe planificado de la libra esterlina en 1992 (de donde sacó mil millones de dólares) .

Marcel·lí Antúnez presentó, hace unos años, un montaje en el que todo su cuerpo se encontraba conectado a varios mecanismos que controlaba un ordenador. Cada vez que una tecla era clicada por alguna persona del público, su cuerpo recibía las consecuencias en forma de pellizco, caricia, golpe o pinchazo. Algunos que lo vieron dijeron que aquello no tenía ni ton ni son. El ton estaba y el son está ahora aquí. En el mundo del fascismo económico, donde estamos hoy, en el 2010, hay un grupo reducido de humanos que se atribuye la potestad de pulsar las teclas. Los encargados de los mecanismos, que llamamos políticos y hay quien dice que nos representan, los obedecen ciegamente, por tanto de ellos no podemos esperar nada más que lamidas hacia arriba y garrote hacia abajo. Grecia tiene ahora la palabra, puede escribir una nueva gramática en la respuesta y que ésta haga luz. Porque es la hora de las luces, y los angiolillos, y los morrales … que hablen claro a los tiburones. Tan claro como los de antes hablaban claro a los que ahora sólo son encargados. Y siempre, como creo que debe ser, sin violencia contra las personas si no nos atacan … y nos están atacando.

Jordi Martí Font


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Mitos en torno al hundimiento de Grecia


Las medidas impuestas para el rescate de Grecia por organismos como el FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea han soliviantado a miles de personas de este país mediterráneo. Las protestas, que tuvieron su punto culminante en la huelga general del 5 de mayo, pretendían evitar que el Parlamento heleno aprobase unas medidas destinadas a salvaguardar los beneficios de la industria financiera local e internacional. Pero el rodillo liberal no tuvo problemas para imponer sus medidas, programadas para experimentar en Grecia una regresión de derechos que se expande por toda Europa.

“¿Cómo va a poder vivir un jubilado con una pensión de entre 500 o 600 euros?”, fue la pregunta que el secretario general del sindicato de los funcionarios públicos formuló al primer ministro, y líder del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), George Papandreou. “Eso pregúnteselo a la delegación de la ‘troica’ [Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional], ellos le dirán”, fue la respuesta de éste. ¿Fue un ejercicio de cinismo o de sinceridad?

Grecia tiene la mayor deuda pública en la zona del euro, ligeramente más alta que la de Italia. Tanto en el interior del país como en el extranjero, principalmente en Alemania, la propaganda oficial atribuye este hecho al tamaño del sector público y sostiene que durante muchos años los ciudadanos han vivido por encima de sus posibilidades. Muchos medios añaden que el problema es que los griegos “son unos vagos”. Pero, a pesar de la propaganda, el gasto público está en el 46%, es decir por debajo del promedio europeo. Y de este porcentaje, el 10% se destina a los gastos militares. En cuanto a la clase trabajadora, es una de las que más horas semanales trabaja en Europa.

Al servicio del capital


La caída de los ingresos ha sido la que ha provocado el aumento de la deuda con respecto al Producto Interior Bruto. Esta caída es consecuencia, en parte, de la crisis financiera internacional y del aumento de la balanza de pagos, en un escenario de evaluación continua del euro y de unificación monetaria de economías muy distintas entre sí.

Pero por otra parte, y principalmente, se debe a una política impositiva que favorece claramente al capital: los impuestos a las empresas, que en 1981 se situaban en un 45%, han pasado a suponer el 25% en 2009, y la promesa es bajarlos al 15% en los próximos años. A esto se debe añadir la pérdida de recaudación fiscal causada por el peso de la economía informal (un 40% del PIB); la falta de voluntad para recaudar los 28.000 millones de euros que empresas y particulares deben al Estado; la práctica exención de impuestos de la que goza la Iglesia (el mayor propietario de inmuebles del país); el despilfarro que supusieron los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, que supuso un coste a las arcas del Estado de aproximadamente 20.000 millones de euros; la descomunal corrupción, etc.

De todo eso, y del aumento del PIB del 45% en el periodo entre 1997 y 2007, el principal beneficiario ha sido el capital griego, que tiene unos índices de ganancia del 56%, frente al 36% en Europa. La consecuencia de todo eso, es que el país presenta actualmente la mayor desigualdad de rentas en la eurozona. Esta situación ha sido aprovechada y agravada por la especulación de los mercados, que han tenido una oportunidad con la deuda pública griega para obtener unos beneficios enormes en un corto espacio de tiempo.

En este sentido, es revelador el papel de los famosos Credit Default Swaps. Se trata de un producto bancario que venden los bancos –principalmente Deutsche Bank y Goldman Sachs– a quienes quieren asegurarse contra la bancarrota de un país. Sin embargo, no hace falta poseer bonos griegos para comprar este seguro: lo puede hacer cualquiera. De esta manera, se ha convertido en una verdadera apuesta. Es sencillo ilustrar cómo funcionan estos bonos: si alguien compra un seguro por el incendio del coche de su vecino, hará todo lo posible para que ese coche se incendie.



La enésima “santa alianza”

En el contexto de la crisis actual del capitalismo y con el pretexto de la deuda pública, se ha creado por lo tanto una alianza entre el capital local e internacional. Lo que se pretende es profundizar el proceso neoliberal, que las luchas de la clase trabajadora habían frenado en gran parte, en una escala jamás vista en un país occidental. Y para eso, el Gobierno socialdemócrata griego utiliza el FMI como cobertura ideológica, un mal que se nos impone desde fuera, al que no podemos reaccionar.

Por supuesto, las medidas impuestas no apuntan al aumento de los ingresos mediante un sistema de recaudación fiscal más progresivo, ni a una mejora de la eficiencia del Estado para enfrentar la evasión fiscal o para recaudar todo lo debido. Ni siquiera a la disminución de los gastos militares. De hecho, como denuncia el eurodiputado francés Daniel Cohn-Bendit, en algunos casos la ayuda está condicionada a la compra de más armamento.

Lo que se exige a Grecia, el cuarto país más pobre de Europa, es privatizar todo lo que queda en manos del Estado, recortar los gastos en los ya desmantelados sectores de la salud y la educación y rebajar los sueldos de las capas más débiles. Y es revelador que los asalariados que se verán menos afectados por los ajustes de la ‘troica’ formada por UE, Banco Mundial y FMI son los de los cuerpos de seguridad.

Sobra decir que los gobiernos que prestarán dinero a Grecia se beneficiarán de los intereses, que se han fijado entre el 5 y el 6%. Alemania tendrá en tres años beneficios por más de 900 millones y el Estado español espera obtener varios cientos de millones, como expuso el vicepresidente del Gobierno, Manuel Chaves.

Para concluir, con este préstamo no se pretende reactivar la economía griega, sino garantizar que el Estado siga pagando a sus acreedores, al menos durante unos años. Y, de paso, aplicar un proceso que llevará a la mayor transferencia de riqueza hacia las rentas más altas después de la Segunda Guerra Mundial. Es obvio que en este momento Grecia sirve de laboratorio, a nivel europeo, en el que se estudian los límites de la tolerancia económica y social de la clase trabajadora. De su respuesta dependerán muchas cosas.

Diagonal
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El mayo griego Guillermo Almeyra





El mayo francés, en 1968, fue fruto del hartazgo y la esperanza. El mayo griego, en cambio, es hijo del repudio al sistema social y de la desesperación.

Por eso, mientras el primero se expandió rápidamente por todo el mundo, desde México a China, de Argentina a Checoslovaquia, de Estados Unidos a Brasil e Italia, la rebelión de campesinos, obreros, trabajadores en general, funcionarios, profesores, estudiantes, artesanos y pequeños comerciantes e industriales ha creado en Grecia un frente único, por arriba de las clases, entre sectores que hoy están unidos por la voluntad de no pagar la crisis que no provocaron y de la que son víctimas, pero probablemente sólo encontrará eco, en lo inmediato, en las próximas víctimas del capital financiero y de su especulación contra el euro.

O sea, en España y Portugal, y quizás en Italia, porque una de las características de la actual crisis capitalista –la mayor en la historia del sistema, que abarca todo el mundo– es que hasta ahora ha enfrentado escasas manifestaciones masivas de protesta en Europa. En efecto, el descreimiento en la idea misma de la factibilidad de una alternativa anticapitalista –provocado por el inglorioso derrumbe de los partidos y gobiernos que decían ser comunistas o por la transformación de los partidos comunistas chino y vietnamita en promotores del capitalismo salvaje y, también, la extrema debilidad de la izquierda anticapitalista en casi todos los países– da como resultado que la rabia se canalice hacia los enfrentamientos étnicos, como en Bélgica y Ucrania, y detrás de las derechas xenófobas, en Francia o Italia.

Mientras en Grecia la crisis brutal organizada por Goldman Sachs y el capital financiero internacional, con la complicidad activa del gobierno de la derecha, se dio casi al día siguiente de una gran movilización contra ésta y del voto aplastante en favor del Partido Socialista, o sea, encontró una población ya militante y luchando con esperanzas de cambiar, en los otros países, salvo parcialmente en Francia y Alemania, la desmovilización, el desánimo y la falta de esperanzas en una alternativa refuerzan la hegemonía política y cultural del capitalismo, y dan base para derechas disímiles, como la española, la húngara, las italianas berlusconiana, semifascista o de la Liga Norte, y la austriaca, las cuales tienen en común el racismo y el chovinismo, y combaten la unidad y los sentimientos solidarios entre los trabajadores, los estudiantes y técnicos jóvenes que esporádicamente resisten.

Por eso, el ejemplo griego, probablemente, encontrará más apoyo entre los estudiantes, los jóvenes desocupados o con empleos temporarios y mal pagados, y entre los inmigrantes y los indocumentados que son una buena parte de los obreros, pero están divididos de los demás explotados; pero en lo inmediato no motivará a las masas en la mayor parte de los países europeos. Por el contrario, Grecia seguramente alentará las acciones combativas de los movimientos sociales urbanos en América Latina que no tienen el freno, existente en Europa, de los partidos socialdemócratas.

Pero hay que contar con la voracidad y la ceguera del capital financiero, que está especulando contra el euro y contra la inestable Unión Europea (UE), y apuesta al derrumbe de Portugal y de España y a condicionar aún más a la maltrecha Italia. Ahora bien, en Portugal, a diferencia de los dos últimos países, el Estado es frágil, como en Grecia; la burguesía, como la griega, es débil, y la izquierda anticapitalista es poderosa y tiene detrás de sí el recuerdo de la Revolución de los Claveles. Y en España la crisis económica se une con los comienzos de una crisis de dominación que hace resurgir el antifascismo, la polarización política y la necesidad de la República. Una situación a la griega en los países mediterráneos meridionales podría difundir el mayo griego por toda Europa occidental del sur.

Sin embargo, a diferencia del mayo francés, que puso en la orden del día la lucha contra los aparatos (de los grandes partidos comunistas y de las burocracias sindicales), el mayo griego estalla cuando los órganos estatales de mediación (Iglesia, partidos, burocracias sindicales) están muy desprestigiados y debilitados, al igual que las instituciones. Pero lo hace sin consignas ideales subversivas.

En la actualidad, los griegos luchan contra la utilización capitalista de la crisis capitalista para aumentar la desocupación, reducir los ingresos reales y los salarios, destruir las conquistas históricas de los trabajadores. Están unidos por el no al Fondo Monetario Internacional y la UE, y por el rechazo a la sumisión del gobierno socialdemócrata ante el diktat del capital financiero. Pero no formulan consignas ni siquiera posibles en lo inmediato, como la expropiación de los bancos, impuestos al gran capital, rechazo a las deudas contraídas fraudulentamente por la derecha, expropiación de los bienes de los irresponsables y corruptos, para tener un fondo para la importación de alimentos en caso de default. Aún están bajo el shock resultante de la desilusión derivada de haber votado masivamente contra las políticas hambreadoras de la derecha y de ver a los socialistas, que las denunciaban, aplicar otras peores poco tiempo después; aún protestan, pero dentro de los marcos del sistema, y su radicalismo está en los métodos, pero todavía no en el pensamiento. Sin embargo, todavía no han dicho la última palabra.

Autor:

La Jornada

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