El ser humano, por su naturaleza, tiende a agruparse en comunidad y el funcionamiento de la vida en sociedad está muy marcado por las relaciones que establecen los seres humanos entre sí en base a la afinidad, es decir, los seres humanos se tienden a agrupar según sus intereses o inquietudes comunes y es esta unión en base a esos criterios la que modula la vida en sociedad y la que define el concepto de afinidad de una manera primaria. Por lo tanto, las agrupaciones por afinidad es algo cotidiano en las sociedades, pues la gente tiende a agruparse con aquellas personas que tienen unas tendencias parecidas. A nivel ideológico, concretamente en el funcionamiento de un grupo anarquista, la afinidad es un aspecto clave. Se trata de que entre los miembros de un mismo grupo exista una cercanía palpable en el ámbito teórico-práctico y una concepción de las ideas libertarias más o menos coincidentes, que junto con una capacidad de trabajo conjunta, hagan del grupo el mejor ente, a partir del cual se difundan las ideas anarquistas, dándoles a éstas un sentido y una dirección determinadas y ofreciéndolas al exterior desde un prisma que el propio grupo, gracias a esa afinidad, cree idóneo.
Lo más efectivo es que la gente con posiciones muy cercanas tienda a agruparse para hacer análisis más profundos y radicales, que se convierten de este modo, en más eficaces.
Un poco de historia
El origen de los grupos de afinidad se remonta al siglo XIX, durante los tiempos de la 1ª Internacional. El militante anarquista Mijáil Bakunin, y diversas/os compañeras/os, empezaron a formar grupos secretos de conspiración, inspirados lejanamente en las sociedades conspirativas decimonónicas. Evidentemente, la organización de las/os anarquistas, no se quedaba en estos grupos, y las secciones de la Internacional, tenían más semejanzas al anarcosindicalismo posterior como organizaciones de masas.
A partir de la década de los setenta del siglo XIX, debido a la fuerte represión ejercida por los Estados contra el movimiento obrero y sus organizaciones, las/os anarquistas ven la necesidad de inspirar el modelo de grupo de afinidad, debido a las garantías de seguridad que este tipo de organización, como hemos comentado, otorgaba. A partir de entonces surge un importantísimo debate en el seno del anarquismo internacional: ¿era única y exclusivamente necesario dedicar la actividad revolucionaria a estos grupos dentro del secretismo y la consiguiente separación con el movimiento obrero y el contacto con la “masa”? Años más tarde, el anarquista alemán Rudolf Rocker, se muestra contrario a esto: “Se comprende que, en épocas de reacción general, cuando los gobiernos cortan de un movimiento toda posibilidad de vida pública, la organización secreta es el único medio para conservar ese movimiento, pero, al reconocer ese hecho, no debemos continuar ciegas/os frente a los inevitables defectos de esas organizaciones y vanagloriar su importancia. Una organización secreta puede considerarse siempre tan solo como medio, que el peligro del momento justifica, pero nunca podrá impulsar con éxito, ni poner en marcha una revolución social”. Por otra parte, las/os partidarias/os del nombrado secretismo, reafirmarán su postura: “Las represiones en masa implantadas por los gobiernos, nos obligarán a una conspiración totalmente secreta. Como esa forma de organización es muy superior; nos congratulamos porque las persecuciones concluyeron con la Internacional pública. Continuaremos el camino secreto; lo hemos elegido como el único que puede conducirnos a nuestra meta: la Revolución Social.”
Ya entrado el siglo XX, los grupos de afinidad adquieren en España una importante relevancia, sobre todo a partir de los años 20s. El Estado y la patronal a través del Sindicato Libre, asesinan y hostigan a los miembros de las organizaciones anarcosindicalistas, es decir, de la CNT. Ante estos ataques represivos por parte del Estado y la Patronal, algunas/os anarquistas deciden dar una respuesta, y para ello recurrirán a los grupos de afinidad. Muchos grupos se formaron en toda la península, en especial en Cataluña, pero sin duda alguna, el que alcanzó las más altas cotas de fama fue el grupo Crisol, conocido también como Los Solidarios o el grupo Nosotros, posteriormente. De este grupo formaron parte los conocidos Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Joan García Oliver y Gregorio Jover. Entre sus más notables actos: el atraco al Banco de España o el asesinato del cardenal zaragozano Juan Soldevila y Romero.
Años más tarde, como continuación de otras federaciones anarquistas, surge nuevamente de la unión federal de varios grupos de afinidad de toda la península, la Federación Anarquista Ibérica (1927). Lejos de quedarse ahí, el movimiento libertario sigue creciendo, dando lugar a diversas organizaciones “específicas”, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, encargada de la lucha anarquista más enfocada hacia la juventud (1932). Todo el movimiento libertario incluido el sindicato anarcosindicalista CNT, llevó en 1936 la mayor transformación social y económica de la historia, siendo bautizado como la Revolución Española, y en ella los grupos anarquistas tuvieron un papel principal. Tras la derrota de la Revolución y la victoria de las/os fascistas, lejos de desaparecer las/os anarquistas, aún muy mermadas sus fuerzas debido a la brutal represión franquista, continúan llevando a cabo su lucha. La estrategia anarquista es muy diversa en esos turbios años, pero nuevamente, muchas/os militantes libertarias/os utilizan la afinidad para defenderse del control del Estado fascista, gracias a sus garantías de protección de los miembros del grupo y la dificultad de infiltración. Mucho se ha escrito sobre el papel de resistencia de las/os anarquistas durante el franquismo. Tras el cambio de régimen, a finales de los setenta en el tiempo que las/os historiadoras/es burgueses denominan la “Transición”, el movimiento libertario trata de reconstruirse, y en una situación de gran inestabilidad en el seno del movimiento libertario surgen nuevamente (al menos con un carácter más “publico”) las organizaciones anarquistas. Pero además, otras/os militantes anarquistas deciden prescindir de la organización formal o “clásica” anarquista, si bien mantienen la idea de afinidad en mayor o en menor medida. Hoy por hoy, los grupos de afinidad anarquistas, dentro del movimiento anarquista a nivel internacional siguen teniendo un papel muy relevante en las resistencias al capitalismo. En España, a parte de los grupos anarquistas contrarios a la “organización formal”, organizaciones clásicas como la FAI, continúan existiendo, y la FIJA (Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas), que se considera heredera de la antigua FIJL, realiza la labor de la difusión del ideal anarquista mediante los grupos de afinidad, federados entre sí, siendo un proyecto rebosante de necesidad y que cada día, crece, con el esfuerzo diario de sus militantes.
Los Grupos de afinidad anarquistas
Para que los Grupos de afinidad funcionen es necesario que todos sus miembros se apliquen de forma activa y militante. Por desgracia, es bastante generalizado que en las Organizaciones anarquistas se tienda a delegar las gestiones en un número reducido de compañeros; algo que es pernicioso para los componentes del grupo y para la dinámica de éste. Sólo una dinámica activa puede permitir que las decisiones sean tomadas por unanimidad.
Precisamente, la unanimidad es una de las piedras angulares, desde nuestro punto de vista, de las Organizaciones anarquistas. Por un lado evita que se creen tendencias dentro de una misma Organización, tiende a alcanzar acuerdos consensuados, es decir, del que todos forman parte y elimina los sistemas de votación, cuya esencia es siempre injusta. Sin embargo, la unanimidad no de ser un mecanismo decisorio exclusivo de los Grupos de afinidad, deben establecerse los mecanismos necesarios par permitir que pueda extrapolarse a ámbitos más amplios, como el de la Federación específica. Los acuerdos, para ello, deben ser elaborados de forma exhaustiva, los debates en las reuniones de los Grupos deben ser tan fructíferos que permitan a los delegados de éstos que puedan asumir o debatir las posturas del resto de Grupos y esto es el principal motivo por el que consideramos que la afinidad es clave para el desarrollo de los grupos como entes difusores de ideas. Además, el hecho de que los grupos de afinidad se federen entre sí, permite alcanzar acuerdos más ricos y elaborados.
Con todo, queremos hacer una aclaración importante, pues creemos que es necesario diferenciar grupos de afinidad y grupos que abogan por luchas parciales. Pues mientras éstos se entran en un único campo de actuación, aquellos, los grupos de afinidad, encuentran en el antiautoritarismo su campo de batalla. La afinidad no es una cercanía a la hora de encontrar un campo o problema concreto, sino a la hora de analizar el autoritarismo y enfrentarse a él. Desde nuestro punto de vista, no nos parecen eficaces las propuestas parciales, una Organización anarquista debe, en nuestra opinión, tender a eliminar todas las manifestaciones de la autoridad y no sólo aquellas que en contextos adecuados aparezcan como más agresivas o incluso socialmente aceptadas (presismo, veganismo, okupación, etc.).
Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas (FIJA)
En el apartado de Publicaciones de la FIJA puedes encontrar una versión de este texto para difundir.
http://www.nodo50.org/juventudesanarquistas/?e=42
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