De la huelga general a la revuelta generalizada

Hace ya mucho tiempo que es hora de salir a la calle para pelear... pelear por una vida que merezca la pena ser vivida.


Las pretendidas crisis económicas siempre han valido al sistema capitalista (entre otras cosas, por supuesto) para reestructurar las modalidades de la explotación, en algunos casos para configurar nuevos modelos de vínculo trabajo-trabajador/a así como también para reforzar la afirmación a un empleo mediante el miedo a perderlo, en l@s que están insert@s, o la loca carrera por conseguirlo a cualquier precio por parte de quienes aspiran a él.

Hace tiempo ya hemos abandonado la vieja modalidad fabril de organización del trabajo en la que la jerarquía estaba totalmente delimitada: estaba más que claro quién era quién. Hoy las nuevas modalidades proponen una organización del poder en forma de red, en la que éste se presenta de manera difusa; hay amplias posibilidades de no conocer jamás al “responsable”, al que mueve los hilos y el/la trabajador/a debe asumir responsabilidades que dan la falsa sensación de que efectivamente es tomad@ en cuenta y forma parte de los resultados. El tan escuchado lema de “la empresa somos tod@s”es un reflejo de ésta realidad. La idea de que el funcionamiento se tambalea si en esa dinámica de red falla alguno de los sujetos genera una aprehensión que muchas veces conduce a la denuncia del “inoperante” porque antes que ser nociv@ para la empresa lo es para sus “compañer@s”de curro. Tiempo atrás el sistema se vendía mediante la pretendida estabilidad y, hoy más que nunca, la constante es la “flexibilización”. La incertidumbre en lo laboral, si bien siempre estuvo presente, se ve agudizada por el gran aumento del desempleo y las sucesivas reformas (para peor) de las condiciones del trabajo, siendo así que donde un@ no cumple todo lo que se le exige, hay otr@ dispuest@ a ocupar su lugar. Nada ha cambiado más que el envoltorio de la opresión, y a la vista de las últimas leyes laborales, tampoco tanto, retrotrayéndonos de nuevo a épocas pretéritas de explotación cruda. El capitalismo es el gestor de la miseria y va cambiando sus formas, produciendo, eso sí, nuevas modalidades de relación. Éstas se traducen en diversos comportamientos que es preciso tener en cuenta, también, a la hora de atacar la dominación. En circunstancias con gran potencial para el desarrollo de las tensiones que se viven cotidianamente en este sistema basado en la injusticia, el Estado garantiza la permanencia del orden a través de las ya conocidas estrategias de control y pacificación social, decantándose más últimamente por el adoctrinamiento mediático y político (vía medios de comunicación, trabajadores sociales, etc) y aprovechando el papel de “apagafuegos” de la socialdemocracia o de la “radicalidad” moderada (partidos, sindicatos, 15-M, incluso muchos grupúsculos extraparlamentarios), en detrimento de subvenciones, subsidios y demás dádivas aletargadoras (como era el caso hasta hace poco), que, si bien alivian situaciones jodidas en lo económico, no podemos perder de vista el papel anestesiante que cumplen a largo plazo. Esto es así porque en estos momentos de agravamiento de la pretendida crisis, el estado cuenta con menos dinero para salvar el culo de algunas dificultades técnicas a los poderes económicos, y por eso aplica también una serie de recortes (sanidad, educación, etc) en una decrépita sociedad del “bienestar” que, aunque siempre fue otra estrategia pacificadora y domesticadora basada en el adoctrinamiento y la farmaco-dependencia y el especialista (en los casos antes mencionados de salud y enseñanza sobretodo), ahora no hace sino agravar aun más las ya paupérrimas condiciones de quien menos tiene. Tengamos en cuenta también que las crisis operan como auténticas cortinas de humo, mientras el aparato de estado refuerza el control represivo (más redadas,más controles,más sanciones, etc.) Es por todo lo dicho, que más que fallos de cálculo económico, las crisis son parte de la dinámica capitalista, algunas veces les toca la “china” a un@s, otra a otr@s (ya sea a uno o más bloques económicos, países, empresas, personas, etc.): cuando le toca a un@s, es@s se joden y l@s otr@s están bien y viceversa. Esto es así porque para que algun@s puedan mandar y ser l@s dueñ@s, otr@s deberán obedecer y ser esclav@s. El mundo vive en permanente crisis. El auténtico problema no es que ahora le haya tocado a Europa. En este mundo para que un@s cuant@s puedan trabajar en unas condiciones no excesivamente penosas y acceder con relativa facilidad a los bienes de consumo, otr@s tienen que estar padeciendo lo más crudo de la explotación y las más severas privaciones. Porque.... ¿Qué pasa cuando no nos toca a nosotr@s? Cuando no nos toca a nosotr@s creemos que lo podemos todo porque nos han enseñado que todo se puede comprar... Creemos que todo va bien así, porque la alienación producida por el trabajo se resuelve mediante el entretenimiento vacío... Creemos que si a nosotr@s nos va bien, al otr@ debería irle igual, y si no es así algo habrá hecho mal, será un vago, un inútil o un incompetente. Creemos que no hay nada de que preocuparse. Creemos que estamos segur@s... Es por esto que nos es vital trascender la lógica de la supervivencia impuesta por el sistema. Si bien hay una serie de necesidades que debemos cubrir dentro de este orden de cosas, no podemos olvidar los orígenes de la injusticia, y menos aun olvidarnos de combatir sus causas de raíz. Como anarquistas hemos decidido tomar el camino de la rebeldía y no el de la complicidad... el camino de la lucha y no el de las reformas legales (mera operación de maquillaje que sólo beneficia a l@s de siempre)... el camino del enfrentamiento y no el del consenso. Este 29 de marzo, como ya hicimos en otras ocasiones, y como volveremos a hacer, saldremos a la calle a poner en evidencia los conflictos existentes en esta sociedad y no a reclamar más migajas. No somos l@s burócratas vende-obrer@s que establecen las condiciones en las que se protesta... No podemos andar dependiendo de lo que hagan esas maquinarias burocráticas de gestión de las sobras estatales, denominadas sindicatos. Ellos hacen lo que tienen que hacer: apaciguar. Es por esto que debemos dejar de lado las mediaciones. Debemos actuar en primera persona, y al mismo tiempo que peleamos por nuestra dignidad y nuestra vida, desbaratar la gran farsa sindical. Debemos desatar un verdadero conflicto, pasando por encima de quienes nos calman y nos llevan como corderitos al matadero.

Creemos firmemente que nadie nos regalará nada ...Ante ésta realidad y contra ella... ¡¡¡acción directa!!!

No reclamamos nada, salimos a la calle a luchar. Hagamos de nuestro día a día un auténtico escenario de enfrentamiento... Hay que enterrar para siempre la pasividad.

Hace ya mucho tiempo que es hora de salir a la calle para pelear... pelear por una vida que merezca la pena ser vivida. Se tiene que acabar el agachar la cabeza, el tragar con todo, el apartar la vista ante todas las humillaciones cotidianas, porque aceptando resignadamente lo malo nos sumergiremos en lo peor. No nos debemos contentar con un trabajo, o un mejor empleo, o una mejor pensión, o con una “vida” más barata y cómoda, sino con una vida de verdad. Y ésta pasa por la completa destrucción del capitalismo, del Estado y de toda autoridad. Porque no es recibiendo golpes y afrentas como se ganan las batallas; y sin pelear, sin batallar seguiremos siendo esclav@s. Por eso, cada día, antes del 29-M, durante y después, tod@s: trabajador@s, parad@s, estudiantes, buscavidas, jubilad@s, “inmigrantes”, “marginad@s”,... tod@s hemos de tomar el camino de la lucha, el camino de la acción. Por una verdadera huelga (y no sólo un paro de 24 horas), indefinida y salvaje. ¡ A las barricadas!



La Haine

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