La policía percibe un aumento de robos a sucursales asociado al alargamiento de la mala situación económica
El asalto frustrado a una oficina bancaria de Campanar a primera hora del pasado miércoles ha vuelto visible uno de los delitos más clásicos: el atraco a banco a punta de pistola, por cuya fama tanto hicieron figuras reales pero inmortalizadas por el celuloide como el temible John Dillinger o los sempiternos Bonnie & Clyde. El de Campanar, que les salió mal a los atracadores por la providencial llegada del furgón blindado cuyos vigilantes acabarían deteniendo al cabecilla, no es, ni mucho menos, el prototipo de asalto con violencia a una sucursal de Valencia.
En este caso, tal como adelantó Levante-EMV, se trataba de un plan elaborado. Tanto, que en las tres ocasiones anteriores les había salido redondo. Los presuntos ladrones, dos españoles de 67 y 39 años, ambos bragados en las lides de los asaltos violentos a juzgar por sus fichas policiales, sometieron a una estrecha y, precisamente por ello, terrorífica vigilancia al cajero. Sabían casi todo de él. Y de su entorno familiar. Así habían garantizado el éxito en los golpes anteriores. Gente de la vieja escuela.
Sin embargo, la norma general es que los atracos a bancos, como otros asaltos de este tipo, los cometan delincuentes de menos solera. Eso sí, coinciden con ellos en el arma empleada. Fuentes policiales confirmaron ayer que la mayoría de los robos violentos en oficinas bancarias se cometen bajo la amenaza de pistolas, pero simuladas -"apenas hay casos con armas de fuego real", matiza una fuente policial-.
"Amateurs" y desesperados
Así, suele tratarse de delincuentes noveles en ese terreno, que vienen de otras especialidades y buscan el graduado que da un delito con prestigio de precisar más caché, arrojo y planificación. Y empuñando un arma de fuego, aunque sea de fogueo.
En algún caso, esos atracos con pistola falsa los han protagonizado parados o autónomos desesperados por la crisis económica. En los últimos meses, al menos tres de esos ladrones ocasionales se entregaron en Valencia a la policía o regresaron al banco, arrepentidos y pidiendo disculpas.
Una minoría, por tanto, emplea las armas blancas para vencer la resistencia de los empleados. En ese caso, por lo general, que se trate, como en los años 80 y primera mitad de los 90, de toxicómanos acuciados por la llamada de la siguiente dosis. Son los que se conforman con los botines más modestos.
En todo caso, la policía admite que ha habido "un ligero incremento" en el número de atracos a bancos. En junio, hubo cinco y un mes antes, en mayo, fueron siete las entidades bancarias asaltadas. En los mismo meses del año anterior se registraron un par menos por mes.
Ese leve incremento coincide con el alargamiento de la crisis económica, que ya debería haberse empezado a solventar en este segundo trimestre de 2010, según presagiaron el año pasado los gurús de la economía. Pero esa mejora no acaba de llegar, lo cual, seguramente, ha acabado por animar a los más dispuestos a traspasar una vez más -o por primera vez- la delgada línea que separa la legalidad de la desesperación.
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