La revuelta de los migrantes en Italia


En Rosarno, municipio de la provincia de Reggio Calabria, Italia, ha estallado, el jueves 7 de enero de 2010, una revuelta de trabajadores inmigrantes, originarios en su mayoría de África. El viernes por la mañana, 8 de enero de 2010, la revuelta continuaba. Los trabajadores inmigrantes africanos han ocupado la calle para defenderse. Han hecho la demostración de su rechazo a ser humanos invisibles, manos sin derechos que deben sin embargo recoger con delicadeza las clementinas y luego vivir con las ratas como ratas.

"LA CAZA DEL NEGRO”

Ya en diciembre de 2008, trabajadores inmigrantes de Ghana y de Burkina Faso habían salido a la calle en Rosarno: dos de sus compañeros habían sido gravemente heridos como consecuencia de disparos de kalachnikov provenientes de un coche.

Uno más de los numerosos “incidentes”, que ilustran una “caza del negro”, en un contexto de hiperexplotación que se apoya conjuntamente en las redes mafiosas y la política del gobierno Berlusconi, simbolizada en este tema por el ministro Roberto Maroni de la Liga Norte. Y en esta Calabria, los esbirros mafiosos no aceptan que los inmigrantes levanten los ojos o se defiendan. Pues al hacerlo, atacan a la “Pax mafiosa” necesaria para la recolección “a bajos precios” de las clementinas y otros productos del campo.

El viernes 8 de enero de 2010, el representante del HCR (Alto comisariado para los refugiados) ha declarado que estaba muy preocupada por un riesgo de “caza del inmigrante” en Rosarno. Tanto más si se tiene en cuenta que Maroni, ya el jueves, afirmaba con fuerza que esta situación era debida a una “tolerancia demasiado grande ante la inmigración clandestina”.

SUPERVIVIENTES CONDENADOS DE UNA ODISEA

El periódico L´Unitá –como mucho de centro izquierda- escribe en su edición del 7 de enero de 2010: “La rabia de los extracomunitarios se incubaba desde hace cierto tiempo, aunque en mayo de 2009, finalmente, los tres primeros explotadores hubieran debido pagar por un delito calificado de reducción a la esclavitud”.

Los trabajadores inmigrantes que llegan a esta región son los sobrevivientes de una odisea en la que han tenido que asistir a la muerte de sus semejantes: en los desiertos, en la mar o en los “campos de retención extracomunitarios” financiados por la Unión Europea y Suiza.

Han abandonado países corroídos por guerras –tras las que se camuflan conglomerados mineros o grupos petroleros- y destruidos por la explotación neocolonial que se apoya en “élites” corruptas, aliadas a sus corruptores. Llegan a una tierra donde, por miles, no serán sino brazos para recoger productos agrícolas desde noviembre y se irán en marzo tras la recogida de las naranjas, emigrando por Italia de una región a otra, según las cosechas. Sin techo, sin agua, sin electricidad, sin sanitarios, recluidos a veces en barracones industriales abandonados. El video realizado por Médicos sin fronteras en 2008 ilustra su situación.

Por retomar la fórmula de uno de ellos : « Vivimos entre las ratas y el miedo ». Otro, originario de Marruecos, confía al periodista Attilio Bolzoni del periódico La Reppublica: “Vivo con miedo, el miedo de hacer saber a mi familia cómo vivo en Europa”.

A finales de año en la región de Rosarno, cada mañana, llegan los “contramaestres” ante los barracones con camionetas para contratar a estos trabajadores inmigrantes que no tiene literalmente ya nada más que sus brazos –jóvenes- para trabajar 12 a 14 horas por día, por 20 euros, pagando 5 por el “transporte”.

Los médicos de MSF –algunos de los cuales han trabajado en países con condiciones llamadas “difíciles”- están atónitos por lo que han descubierto. Así, los ataques del frío, los humos provocados por los fuegos encendidos en barracones para cocinar o calentarse provocan graves dificultades respiratorias. A esto se añaden infecciones diversas, enfermedades dermatológicas. Cristina Falconi –responsable del proyecto MSF- subraya que: “Muchos de ellos sufren de depresión. Pues viven esta degradación de sus condiciones de vida como una derrota de la que no se levantarán ya nunca. Y cuando telefonean a su casa dicen que todo va bien y son estas mentiras las que se cuentan a ellos mismos las que les deprimen aún más”.

UNA LUCHA PARTICULAR, PERO QUE TIENE UN PASADO


Estos trabajadores inmigrantes están al final de una cadena. Los grandes productores, con la ayuda de la mafia, han bloqueado la creación de cooperativas de pequeños productores. Los precios pagados por las clementinas y las naranjas han caído mucho: las grandes superficies y los exportadores imponen su “poder de compra”.

A partir de ahí, en el sur de Italia, peregrina un ejército de sin papeles. La gran mayoría de ellos no podrá obtener una regularización, pues tienen un mandato de expulsión con prohibición de volver a Italia. Entonces, un verdadero “ejército de reserva” compuesto de “clandestinos” se desplaza, según la estación, para recoger tomates a Foggia, clementinas y luego naranjas a Rosarno, luego olivas a Alcama y patatas a Cassibila. Y esto en el contexto de una agricultura del sur de la Italia en crisis.

Las condiciones de explotación que encuentran hacen pensar –más allá de las diferencias- en las de los jornaleros del sur de Italia que, tras la Segunda Guerra Mundial, realizaron luchas muy duras y emprendieron movimientos de ocupación de las tierras. Jornaleros que eran tratados como criminales por los poderes.

Es en esta larga lucha en la que se inscribe la revuelta de los trabajadores inmigrantes africanos que han salido a las calles de Rosarno porque se niegan a que se les dispare (dos jóvenes han sido objeto de disparos con fusiles de aire comprimido), que se les “trate como a animales” por retomar una fórmula que se repite sin cesar en sus declaraciones. Se han defendido como seres humanos cuya rabia alivia su sufrimiento –rompiendo algunos coches y cristales de escaparates- y han sido reprimidos por la policía como “animales”.

Por Daniel Mathews

Eurozapatista.org



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