Mediante este breve escrito pretendemos reflexionar entorno a un tema que se suele reducir -erróneamente- al debate interno individual. Llevarlo a lo colectivo es su objetivo. Conscientes de que este debate ya ha sido realizado, pero igualmente conocedores de que sus resultados no han sido aplicados, hemos decidido realizarlo.
Cortas reflexiones sobre la droga
1.- Las drogas no liberan. Las drogas divierten, deshiniben, animan, deprimen, provocan distensión... Pero no liberan.
2.- El mercado absorvió el producto de la droga, convirtiéndolo en un producto como otro cualquiera. Esto se demuestra en su régimen del beneficio, actualmente expresado en la ley de la oferta y la demanda. El mercado de las drogas, tanto de las legales como de las ilegales, se gestiona mediante la publicidad, el dinero, el trabajo alienado, la mercancía, etc.
3.- La ilegalidad de las drogas se fusiona con la permisividad, la marginación con la continuación del ciclo capitalista. A pesar de continuar siendo ilegales, se manifiestan como un instrumento de control social destinado principalmente (y no solo) a las capas menos favorecidas por el sistema, así pues, como arma del capital que en ocasiones sirve para criminalizar y en otras para adormecer. Por tanto, exigir al Estado su legalización es un absurdo desde el momento en que una buena parte de las drogas se definen entre otras características como ilegales, formando parte de su esencia, siendo la ilegalidad causante en gran parte de su efectividad. Su función pacificadora se revela bajo estas condiciones debido a que el Estado, por encima del sistema jurídico, puede jugar corruptamente con las leyes aplicándolas cuando y a quien le conviene. Equiparar en todas las ocasiones la cultura de la ilegalidad con la contracultura de la rebeldía es un error, de la misma forma que lo es el hacerlo respecto a la legalidad.
4.- La jerarquización en el poder del efecto de las distintas drogas se manifiesta en la jerarquía de las distintas clases sociales, diversificadas tras la restructuración neoliberal del Capitalismo. Por tanto, el alcohol, los fármacos y el tabaco se administran a todos los sectores sociales, descendiendo en clase social a medida que aumenta el efecto de la droga. De esta forma llegamos a drogas como la heroína o el crack que se promocionan principalmente en sectores sociales marginados y empobrecidos. La relación efecto-posición social se demuestra como inversamente proporcional. Esto tiene su reflejo en el plano territorial, donde se diferencian las diferentes zonas de las ciudades en función de la marginalidad, siendo la droga una de las mayores causantes de ella.
5.- La relación social que se establece en la compra-venta de drogas es la misma que se establece con otras mercancías, es decir, una relación de poder. Donde unos tienen el poder de fabricarlas y comercializarlas sobre el trabajo alienado, y otros solo tienen el poder de consumirlas bajo condicionamientos sociales. Mientras no se elimine esta relación, las drogas nunca podrán tratarse como una opción personal sin más. Existen, por tanto, dos niveles al tratar este tema: El del placer-dolor individual y el de los efectos económicos y sociales; cada uno compuesto de diversos factores. Los movimientos sociales deben tener en cuenta todos los niveles y factores a la hora de posicionarse. No se trata de una posición de afirmación o negación del uso de drogas, sino de todo un continuo de elementos que requieren un trato diferenciado de análisis. Esto es así en tanto en cuanto no es lo mismo la marihuana que la heroína, ni la adicción que la diversión, por ejemplo.
6.- La apología de las drogas dentro del sistema capitalista se convierte así en apología de las relaciones de autoridad del mismo sistema capitalista. Mientras no se diferencien los distintos niveles de análisis esto continuará siendo así.
7.- El puritanismo y la abstención total son igualmente reflejos distorsionados de comportamientos estilizados de la sociedad capitalista en los movimientos sociales. En ocasiones, la reactividad ante un hecho negativo crea comportamientos y posturas igualmente obsoletas. La demonización de las drogas corre la misma suerte que su apología. Ninguna de las dos posturas comprende un análisis real, sino una parte del mismo, es decir, toman una parte por el todo. La misma falta de comprensión respecto a otros temas demuestran que las drogas no son una excepción en la insuficiencia teórica. Que individualmente se deje de consumir drogas es perfectamente respetable, pero el abogar por esta postura y quedarse en ella no facilita la creación de una respuesta colectiva, antes bien la entorpece. La droga no debe ser abolida, deben ser abolidas la drogadicción, la miseria que crea, su mercado, etc.
8.- Las drogas, como tales, no son ni parte de la solución ni parte del problema. Son lo que son, a pesar de que las relaciones sociales las hayan distorsionado. Sus efectos sobre el cuerpo de las personas se diferencian netamente de los efectos sociales que generan, en una sociedad con unas relaciones sociales distintas no sería necesaria la solución a ningún problema, debido a que su abolición como mercancía y elemento de ilegalidad las convertiría en instrumento de placer y no de evasión o potenciación del rendimiento.
9.- A un nivel más concreto, entendemos que las drogas forman parte de la autogestión de los movimientos sociales (venta de alcohol en fiestas y conciertos, principalmente). Pero también vemos necesario asumir la insuficiencia de los mismos cuando no se encuentra otra forma distinta de hacerlo. No consideramos negativa esta forma, sino nuestra dependencia al respecto y su práctica exclusividad. Es necesario, desde este punto de vista, encontrar nuevos modos de autogestión.
Miguel Garrido
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