La presencia de las empresas en la universidad es, desde la imposición de Bolonia, cada vez más evidente. La industria del armamento no es ajena a esto. Pese a que 13 universidades españolas ya tienen en sus estatutos disposiciones contrarias a la investigación militar, hay otros centros que no sólo siguen manteniendo vinculación con las empresas de armas, sino que la fomentan aún más. Las colaboraciones más significativas son las de Navantia con la Politécnica de Cartagena, y los de EADS con la Politécnica y la Carlos III de Madrid, además de la Universidad de Sevilla.
Tomás Muñoz / Madrid
Jueves 17 de diciembre de 2009. Número 115
Las conexiones entre las universidades españolas y la industria del armamento están intensificándose en los últimos años. Pero no es un fenómeno nuevo. En la Universidad Politécnica de Cartagena llevan años colaborando con Navantia. Esta naviera, que surgió de las cenizas de la antigua IZAR, se dedica a la construcción de barcos de guerra y submarinos. Los investigadores de la Universidad Politécnica de Cartagena participan activamente desde 1999 en el diseño del submarino S-80, exportado a países como Malasia. En los últimos años se han suscrito nueve proyectos conjuntos de investigación, donde se pusieron recursos universitarios al alcance de esta industria militar. También colabora con la Universidad de Cádiz a través de la fundación universidad y empresa local. Un directivo de esta empresa fue presidente del consejo social de la Universidad Politécnica de Cartagena hasta 2006. Donde se supone que están representados los intereses de la sociedad en la gestión del presupuesto universitario, se coló José Del Pino, alto cargo de Navantia, que está imputado desde 2005 por manejar una presunta caja B en las cuentas de los astilleros públicos. La universidad de Sevilla también colabora con Navantia realizando portes militares de software, es decir, adaptando programas creados en un ordenador a componentes específicos de barcos.
Investigación militarizada
En el consejo de la Universidad Carlos III de Madrid se sentaba el presidente de la filial española de EADS. En este caso Carlos Suárez fue destituido el pasado febrero por sus diferencias con la política de la empresa matriz, y cedió su asiento a otro directivo del SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones industriales, que tiene un 5% de EADS). Esta universidad mantiene una estrecha vinculación con el gigante del armamento EADS. El consorcio, que aspira a ser conocido sólo por su producto emblema, el avión Airbus, es el segundo fabricante europeo de armas. Entre sus productos y los de sus sociedades participadas se encuentran cazas, helicópteros de combate, todo tipo de misiles (incluidos nucleares) y satélites militares. La universidad materializa su colaboración cediendo espacio de su parque tecnológico en Leganés. Al Centro Mixto de Integración de Sistemas Aeroespaciales (que así se llama la instalación) la universidad aporta personal investigador cualificado y estudiantes en prácticas, así como personal administrativo y recursos técnicos. A cambio, EADS financiará las instalaciones con una dotación económica irrisoria para los 13.100 millones de dólares que facturó en 2007 el ala bélica de la compañía. Las investigaciones que se desarrollan de forma conjunta en este centro pueden tener un doble uso militar y civil. No acaba ahí la vinculación. Desde este año, se oferta un máster de forma conjunta entre EADS y esta universidad. El máster versará sobre integración de sistemas en aeronaves, sin especificar si se trata de sistemas destinados exclusivamente a aeronaves civiles.
El consorcio europeo también tiene nexos con la Universidad de Sevilla. Desde la firma del convenio de colaboración en diciembre de 2008, la cátedra EADS forma parte de las patrocinadas por empresas en esta universidad. Este acuerdo lo firmó en el Ministerio de Industria una universidad más, la Politécnica de Madrid, donde también tienen otra cátedra de renombre en el mundo del armamento. La cátedra Unión Explosivos Españoles (UEE) rinde homenaje al antiguo consorcio del que formaba parte Expal (Explosivos Alaveses SA). Esta compañía es conocida por haber fabricado minas antipersona y bombas de racimo, entre otros explosivos y municiones. UEE cambió su nombre por Maxam Corp, en un claro intento por desvincularse de los antecedentes oscuros de la historia de Expal, pues las minas de esta empresa aún infectan sitios como el Sáhara o Colombia. Desde esta cátedra se dirigen investigaciones acerca de explosivos que pueden tener un uso civil o no. Este caso es especialmente relevante porque la politécnica ha incorporado a sus estatutos disposiciones favorables a la paz, aunque sin excluir literalmente la investigación militar.
Ocurre algo similar en la Universidad de Zaragoza. Indra es una empresa que fabrica dispositivos electrónicos para misiles y aviones (tiene la contrata del mantenimiento de los F-18 estadounidenses). Lleva tres años colocando su stand (junto al de EADS) en la feria de empleo que organiza la Universidad en Zaragoza. El primer año, unos activistas antimilitaristas desarrollaron una acción en el evento que les llevó ante los tribunales, donde resultaron absueltos. Indra reconoce en su web que tiene convenio con 28 universidades.
LA BANCA ARMADA TAMBIÉN VA A LA UNIVERSIDAD
La banca es imprescindible en el negocio de las armas, ya que adelanta los pagos a las empresas a comisión. También posee participaciones directas en el sector. La universidad colabora con entidades financieras sin preocuparse de las vinculaciones militares de éstas. El Banco Santander, prácticamente omnipresente en los campus, posee el 23% de Maxam Corp (dueña de Expal) a través de su sociedad Vista Capital. Caja Madrid, que lidera el ránking de la banca armada con sus 128,17 millones de euros en participaciones de Indra, tiene vinculación con todas las universidades madrileñas. Caja Cantabria, ligada a la universidad de su comunidad, posee el 1,2% de Indra. Otra caja cantábrica, Caja Astur posee otro 5% y colabora activamente con la Universidad de Oviedo. La maltrecha Caja Castilla La Mancha, que está presente en la única universidad de su región, tiene participaciones por valor de 21,02 millones de euros en las empresas Aernnova (componentes de aviación), Amper (electrónica de defensa) y Tecnobit (tecnología y adiestramiento militares). En esta última empresa también tiene el 48% Caja Sol, que colabora con las universidades andaluzas. Esta entidad tiene además el 10% de SACESA (componentes aeronáuticos), donde también está representada Unicaja con un 5% del accionariado, vinculada a la universidad de Málaga.
En la Universidad del País Vasco tienen presencia Caja Guipuzcoa, Bilbao Bizcaia Kutxa (BBK) y Caja Vital, con participaciones las tres en la compañía CAF, que moderniza y repara vehículos blindados. Las colaboraciones usuales se concretan con la gestión del carnet financiero universitario, incluir una sucursal en el campus, la financiación de actividades mediante patrocinios, o promoción de productos oferta entre los alumnos. BOTÍN. El Santander posee el 23% de Maxam Corp, dueña de Expal. La presencia de las empresas en la universidad es, desde la imposición de Bolonia, cada vez más evidente. La industria del armamento no es ajena a esto. Pese a que 13 universidades españolas ya tienen en sus estatutos disposiciones contrarias a la investigación militar, hay otros centros que no sólo siguen manteniendo vinculación con las empresas de armas, sino que la fomentan aún más. Las colaboraciones más significativas son las de Navantia con la Politécnica de Cartagena, y los de EADS con la Politécnica y la Carlos III de Madrid, además de la Universidad de Sevilla.
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